top of page

Otro médico entregó su testimonio sobre este hombre fuera de lo ordinario que podía ver y resolver por sobre la medida de lo humano.

 

Se trata del doctor Roberto Infante Yávar, quien escribió en la Revista del Colegio Médico en 1986, sus “Recuerdos de un médico”, los que merecen ser retranscritos en su totalidad:

 

Hace muchos años fui médico pediatra de 2 niñitas, hijas de Jaime Galté, distinguido abogado, viudo y de temperamento muy nervioso frente a las enfermedades de sus hijas, pues tenía que desempeñar el rol de padre y madre en sus cuidados. Por otra parte carecía del más mínimo conocimiento médico, dicho como preámbulo, para comprender mejor sus actuaciones, que a continuación expondré.

 

A una señora que padecía de una Neuralgia del Trigémino, le indicó un medicamento que no se encontró en Santiago, pero él le dio la dirección de una farmacia en París donde lo adquirió.

 

A un colega mío que padecía de una afección renal, le aconsejó hacerse un Constante de Ambard, prueba de funcionalismo renal, que requiere un gran despliegue matemático, después del cual se obtiene un índice normal de 0,007. Al mostrarle el resultado en la sesión siguiente, lo rechazó por existir, según él, un error matemático. Se devolvió el informe al Laboratorio y efectivamente así era.

 

En una ocasión en que a mi hijo mayor de 3 años de edad, de constitución muy delgada, se le hizo una radioscopía de tórax que reveló una sombra sospechosa de Adenopatía, mi esposa muy alarmada consultó (a través de Galté) al Dr. Halfanne quién descartó el diagnóstico de Tuberculosis. Efectivamente la reacción de Mamioux fue negativa, llegándose al diagnóstico de “Hiperplasia de Timo” la que fue tratada con radioterapia, desapareciendo dicha sombra.

 

Todas estas actuaciones de Jaime Galté, las ejercía en el seno de amigos íntimos y si llegaba a hacerlo fuera, era a pedido de alguno de nosotros. Por cierto que jamás obtuvo un beneficio pecuniario de ellas.

 

La oportunidad en que tuve mayor contacto con el Dr. Halfanne, a través de Jaime, fue en el caso de una Leucemia aguda que afectó a un joven de 30 años a quién yo conocí. La enfermedad había comenzado por una Pleuresía hemorrágica y los exámenes complementarios y el diagnóstico fueron enviados a Francia, donde no hicieron ningún reparo. Su esposa, muy alarmada, me pidió que intercediera con Jaime para consultar al Dr. Halfanne. Accediendo a su petición tuve una junta con él en el domicilio del enfermo en Moneda próximo a Almirante Barroso. Al lado de la cama del enfermo se colocó una mesa con un block, lápiz y un vaso de agua. Ambos nos sentamos frente a frente. Después de varios minutos de concentración con los ojos cerrados, entró en trance, cogió el lápiz y escribió en el block: “Doctor Halfanne ¿de qué se trata?”, le hice el relato de la historia clínica, le mostré los exámenes hematográficos y la radiografía de tórax, los que observó con mucho interés, manteniendo siempre los ojos cerrados. Después se levantó e hizo un examen clínico completo del enfermo. Volvió a la mesa y escribió lo siguiente: “No se puede descartar la existencia de un sarcoma en el pulmón”. Le respondí que los exámenes hematográficos eran muy concluyentes y que si existiera un Sarcoma, no podría pensarse en una intervención quirúrgica ya que el enfermo sangraba espontáneamente. Hasta aquí llegó su intervención, aprobando todo lo que se había hecho. Al volver a la normalidad, bebió el vaso de agua y se notaba muy agotado. El paciente falleció un mes después. Lo interesante de este relato es el dominio que el Dr. Halfanne tenía sobre la Constante de Ambard a principios de siglo, en circunstancias que fue empleada muchos años después.

 

Otros hechos también llaman la atención: la letra de su firma es totalmente diferente a la de Jaime Galté. La acuciosidad de su examen clínico, el que responde sólo a un buen médico y el pensar que podría tratarse de un Sarcoma del pulmón. Hoy día se considera que toda forma de Leucemia que se anuncia con una Pleuresía hemorrágica es sintomática de un Sarcoma, como lo planteó el Dr. Halfanne tantos años atrás.

 

Con el paso de los años, al parecer Galté comenzó a alternar estas sesiones y diagnósticos en cuerpo presente y utilizaba otro método, más misterioso aún. Esto es, la visita en calidad de espíritu, ánima, en ‘cuerpo astral’ dirán algunos. Los testimonios coinciden todos: le bastaba hablar, incluso por teléfono, con el enfermo, pedir un plano–dibujo- del hogar respectivo, especialmente de la ubicación del dormitorio, y después decía simplemente ‘iré a verlo’, sin hacer alarde alguno.

 

Un relato espeluznante de dichas visitas queda consignado en una entrevista efectuada por la periodista Raquel Correa al abogado Homero Zuñiga Riveros, a pocos días de la muerte de Jaime Galté el 1 de noviembre de 1965. También se hace referencia a este caso en el texto escrito por el masón José Bravo Llantén. Zuñiga Riveros conoció a Galté en un juicio en que éste último era el árbitro y el primero abogado de una de las partes. En los años 50 el abogado Zuñiga se vio aquejado por una parálisis progresiva que comenzó en los pies y llegaba ya a sus piernas. Estaba desesperado ante la impotencia de la medicina ortodoxa: Consulté a cuanto neurólogo existe en Chile. En uno de los comparendos, Jaime Galté me preguntó por qué arrastraba los pies. Le respondí que ningún médico podía descubrir mi enfermedad. Me dijo ‘yo lo voy a ir a ver’. Me extrañó su frase y la interpreté como una simple cortesía. Yo era absolutamente incrédulo y materialista. Pasaron dos o tres meses y mi mal continuaba en progresión. Lo volví a encontrar y le pregunté cuándo me iba a ir a ver. Me prometió que lo haría. Yo vivía en esta misma casa, en Padre Mariano 187, y estaba haciéndole arreglos, por lo que me trasladé a un cuarto del fondo, porque el resto estaba en demolición y mi mujer con los niños fueron a casa de su madre. Llegué tarde esa noche, fue en 1954. (…) En mi pieza me tomé una pastilla para dormir y comencé a leer.

 

Así sigue la entrevista hecha por la periodista Raquel Correa: ‘Llevaba una hora por lo menos leyendo cuando de pronto tengo la sensación de sufrir un especie de vahído, entre sueño y pesadez, y al mismo tiempo siento que me destapan la ropa de la cama desde los pies y me la echan hacia la cara. Aletargado como estaba, lucho por abrir los ojos. Un frío como de hielo me pasa por las piernas. Abro los ojos. La revista está en mis manos. La ropa de cama no se ha movido. Miro por la ventana para ver si está cerrada. Todo está en orden. Vuelvo a sentir lo mismo. La ropa, el hielo en mis piernas. Trato de abrir los ojos y por primera vez en mi vida siento miedo. Siento la impotencia de estar ante algo que no sé lo que es. Permanecí toda la noche con la luz encendida. A las 6 de la mañana desperté. Llegué al alba al Banco. Los mozos hacían el aseo. A las 10.30 de la mañana me llaman por teléfono. Es Galté. ‘Le tengo noticias de su enfermedad’, me dice. Casi me morí de impresión. Al otro día almorcé con Galté. Me dio su diagnóstico: un virus filtrable primo hermano del polio era el causante de mi parálisis. ‘Está metido en su organismo -me dijo-. Si sigue hacia arriba, llegará a los riñones y usted morirá. Debe curarlo pronto. Pídale a un médico amigo que le saque sangre y le prepare un suero con ella. Póngase quince inyecciones de ese suero día por medio’. Le anticipó también, que no podría recuperarse del todo, pero que la enfermedad se detendría con el tratamiento y con ejercicios lograría cierta mejoría. Galté debió responder una andanada de preguntas del incrédulo paciente. Le dijo que le bastaba conocer el físico de una persona, y que estuviera ésta en China o Japón, en cualquier parte del mundo, podía visitarla en espíritu aún sin saber dónde vivía. (…) El abogado Zuñiga pidió a su colega que cuando terminara, volviera a visitarlo. ‘Pero por favor no en la misma forma -le rogó-, me sanará la parálisis, pero me va a matar del corazón’. Otra noche, cuando ya estaba toda la familia en casa, volvió a visitarme -sigue recordando vívidamente-. No percibí nada. Mi mujer asegura que ella vio una luz… Al día siguiente me llamó y me dijo: ‘Volví a visitarlo. El virus desapareció. Haga ejercicios’. Desapareció la rigidez total que me aquejaba, incluso puedo mover los dedos de los pies.

 

Con esa misma sencillez y entrega, Galté era receptivo a las solicitudes de sus amigos o de desconocidos, ante enfermedades graves o sencillas dolencias, como la acogida a los comentarios que le hizo su amigo Hugo Pereira un día, mientras caminaban por el Parque Forestal desde la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile ubicada en Pío Nono a las oficinas de la Contraloría en la calle Teatinos, donde ambos trabajaban. Hugo Pereira recuerda a sus 92 años: Una vez le manifesté cierta preocupación porque estaba durmiendo mal, me sentía tenso. Entonces me pidió que le dibujara en un papel el plano de la casa donde yo vivía y donde estaba mi dormitorio. Le dibujé el lugar donde estaba mi pieza que estaba en una casa en la calle Bustos y nada más. Se lo guardó en el bolsillo. No me dio ninguna explicación ni me agregó nada. A los pocos días en la Contraloría me dijo: ‘Hugo lo fui a ver anoche’. Ni le pregunté cómo me fue a visitar, entendí que lo había hecho con sus facultades extrasensoriales. Me recomendó tomar Calcibronat. Y naturalmente fui a la farmacia y tomé una tableta de bromuro con calcio efervescente antes de dormir durante unos días y se me quitaron. Era un problema de tensión, simplemente. Él se ofreció en forma espontánea y así actuaba muchas veces.

 

De acuerdo a este colega de la cátedra de derecho procesal y del órgano fiscalizador, un famoso médico español -Gregorio Marañón- vino a Chile especialmente para saber de este fenómeno, conocer a Galté y quiso llevárselo a España para hacer un estudio. El intento habría fracasado por el estallido de la guerra civil en España (1936).

 

En un artículo de prensa se sostiene que el descubrimiento que hiciera Galté-Halfanne en una enferma de una grave afección renal que nadie sospechaba, fue conocido en España por Marañon, quien habría expresado “por escrito su admiración, aclarando que en un comienzo había creído que se trataba del trabajo de un prestigioso colega chileno…”(Goldsack 3).

 

En el artículo de Liliana Mahn se señala que Galté participaba en juntas de médicos para casos complejos y con mucha frecuencia el Dr. Halfanne recetaba medicamentos y compuestos que no existían en el mercado nacional o extranjero pero que ya se conocían en los laboratorios: “-De repente a las personas que los pedían los miraban

muy raro, creyendo que eran “espías industriales”, dice Sonia, sonriendo al recordar una receta que ella misma encargó a un piloto amigo para su esposo Sergio” (Mahn 62).

 

  

Relatos del doctor Roberto Infante Yavar

Extractos de "Memorias de un Médico", Dr. Robert Infante Yavar.

bottom of page