En la revista Revelación (Marzo de 1996), la periodista Hilda López Aguilar, escribió un interesante relato de una experiencia singular relatada por un amigo cercano de Jaime Galté.

 

A continuación se hace un extracto de dicho relato:

 

...Buscando las huellas dejadas por Galté, nos hemos encontrado con infinidad de testimonios. Algunos muy técnicos, muy científicos, y otros muy emocionales. Sin embargo, el que más nos llegó, por su naturalidad, por su profunda sinceridad, fue el testimonio del médico urólogo, doctor Ramón Hederra, amigo personal del psíquico. Se conocen a través de Anita, compañera de Galté en la Universidad y hermana de Ramón Hederra.

 

Se inicia así una amistad que aún subsiste, pues escuchar al doctor Hederra hablar de su amigo Jaime, es conocer al ser humano que fue y que sigue vivo en su cariño y en su recuerdo.

 

Inteligente, profundo conocedor de la naturaleza humana, nos va entregando la imagen de un personaje que estando dotado de extraños y misteriosos poderes, fue capaz de disfrutar por ejemplo de una fiesta de cumpleaños en compañía de sus nietos, tirando serpentinas, colocándose gorro de niño y metiendo un dedo travieso en la crema de la torta.

 

Le acompaño también en aquellos trances medíúmnicos, cuando el cambio del ritmo respiratorio de Galté le indicaba que había llegado el doctor Halfanne. Describe con precisión como él, escribiendo con lápiz de grafito, saludaba ceremoniosamente y preguntaba para qué lo necesitaban. Recuerda de qué manera tomaba el pulso, las conclusiones que de allí desprendía y los casos de curación.

 

Recuerda una tarde en que asistió con su amigo Jaime a un concierto al Teatro Municipal. Un famoso concertista ejecutaba una pieza de música de Chopin.

 

Un cambio en el ritmo respiratorio de su amigo le indicó que estaba en trance. Con los ojos cerrados movía rítmicamente la cabeza siguiendo los compases. Al finalizar la pieza, Galté estira imperiosamente la mano pidiendo escribir. Rápidamente don Ramón le entrega lo único que tiene a mano, el programa. La mano de Jaime Galté se desliza sobre el programa y en frente del nombre de la pieza recién ejecutada escribe:

 

“Bien Jolie”, y firma F. Chopin.